El arte de cantar y su historia

El arte de cantar y su historia

El arte del canto nació con el hombre mismo, con su primera expresión vocal. En sus orígenes fue una forma más elevada del lenguaje, probablemente inspirada por el culto primitivo. Hay incluso quienes afirman que el canto existió antes del lenguaje hablado, así como existe en especies inferiores al hombre, por ejemplo las aves.


Más adelante el canto respondió a las necesidades de las religiones y las estéticas, condicionadas naturalmente ­por ejemplo por diferentes lenguas­, las que llevaron a distintas maneras de emitir la voz (nasalización y elevación artificial de la laringe en las culturas del Oriente Medio).


En la antigüedad mediterránea el arte del canto tuvo influencia en la retórica; en Grecia los discursos debían ser rendidos en un determinado tono. Para la tragedia y comedia griegas se necesitaban cantantes formados, que junto con el drama ofrecían secciones cantadas.


El aporte más importante de la Iglesia Católica al arte del canto es, posiblemente, el canto litúrgico, y su desarrollo polifónico en siglos posteriores, antes de concluir la Edad Media. A fines de este mismo período, en Europa, aparece un tipo de canto profano que se podría denominar de arte y que practican los troubadours, trouvères y minnesänger. La improvisación libre del siglo XVI sentó las bases técnico-vocales para el amplio y diferenciado desarrollo que tuvo el arte del canto a partir de 1600, con el florecimiento de la ópera, el oratorio, la cantata y el aria. En ese período, en el cual el canto tuvo un desarrollo musical tan grande, la principal preocupación era la expresión y la comprensibilidad del texto.


El virtuosismo vocal se desarrolló a la par con el instrumental, y sus grandes cultores fueron los castrati con su enorme habilidad en la ejecución de coloraturas. Recién el nuevo dramatismo del clasicismo restauró la relación original entre música y declamación y reemplazó al castrato por el cantante dramático, así como permitió la integración de las mujeres, que fueron excluidas del canto desde el siglo VII por la Iglesia Católica.


En el siglo XIX apareció la canción artística (Lied, Kunstlied), la que con sus exigencias técnicas y expresivas enriqueció el arte del canto. En el arte vocal francés, en todas las épocas, el acento estaba puesto en la declamación de la palabra. La escuela belcantística italiana, en cambio, enseñaba el libre desarrollo del melos vocal, en detrimento de lo declamatorio. Los alemanes y otras naciones centroeuropeas encontraron un cierto equilibrio entre los dos extremos. Posteriormente, incluso maestros como Verdi y Puccini exigían unidad orgánica entre palabra y sonido musical.


Hoy en día, gracias al acortamiento de las distancias y la integración de culturas, es absurdo hablar de "escuela italiana" o "escuela alemana". Es cierto que los idiomas influencian de alguna manera la emisión vocal, pero al cantante de hoy se le exige expresarse de manera correcta en los diversos idiomas y estilos, lo que lleva a lo que podría llamarse una globalización de las escuelas de canto. Es necesario, por lo tanto, abordar la problemática de la técnica y la enseñanza del canto con gran amplitud, en forma abierta y sin dogmatismo.


A fines de la década de 1970 apareció en Berlín un libro, Die Sängerstimme, que se publicó más tarde traducido al español bajo el título de La voz del cantante1. Sus autores, los doctores foniatras Seidner y Wendler, no sólo atendían a los cantantes y actores de Berlín, sino que además dirigían ­en el departamento foniátrico del hospital universitario Charité­ uno de los laboratorios importantes de Europa dedicado al estudio de todo lo relacionado con el canto. A raíz de una estrecha colaboración con los autores, especialmente con el Dr. Seidner, al abocarme a traducir y adecuar al castellano el mencionado libro, pude conocer una gran parte de las investigaciones que se realizaron en ese campo desde comienzos de este siglo y la multiplicidad de resultados obtenidos, muchas veces de muy diferente índole. Admiré el enfoque abierto, exento, justamente, de dogmatismo con el que los autores daban a conocer posiciones muy diferentes, a veces incluso contradictorias, pero que al final contribuían dialécticamente a llegar a nuevas vías de conocimiento.


Los primeros reconocimientos del aparato vocal se remontan a la antigüedad, y los cartílagos de la laringe hasta hoy llevan los nombres griegos que les diera Galeno. También Leonardo da Vinci se interesó en la emisión de la voz y contribuyó a un mayor conocimiento de su fisiología. Pero el verdadero comienzo de una investigación científica en ese campo se puede situar recién en la mitad del siglo XIX. En esa época el gran maestro de canto Manuel García logró, con un espejito de dentista y con la ayuda de otro espejo, ver funcionar sus labios vocales mientras cantaba, inventando de esa manera la laringoscopia. De allí en adelante algunos médicos comenzaron a interesarse en la especialidad y a investigar la voz desde el punto de vista fisiológico. El gran auge y avance en la investigación se produjo en los últimos decenios, gracias al desarrollo de los medios técnicos y electroacústicos puestos al servicio de la foniatría. Es muy importante integrar todo ese conocimiento científico en permanente desarrollo a la labor de formación de cantantes y a una cuidadosa higiene vocal, o sea a la mantención de voces sanas. Sería altamente aconsejable fomentar en forma organizada la colaboración entre foniatras y profesores de canto.

Información obtenida de SciELO y red actada por Hanns Stein. Si desea obtener más información puede visitar la página web de scielo.conicyt.cl 

Enviar Mensaje

Se enviará un email al negocio